Joker: Estigmas de la salud mental llevados a la gran pantalla

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Humanizando y rompiendo estigmas de la salud mental

El éxito cinematográfico, Joker (2019), cuya gran popularidad la ha posicionado como la segunda película con clasificación R (Restricted) más taquillera de la historia, desarrolló un curioso fenómeno social: los espectadores manifestaron sentir empatía por el personaje protagónico, Arthur Fleck, llegando, incluso, a justificar sus cuestionables acciones.

Y es que, si analizamos la trama de la historia, nos encontramos frente a un individuo que viene arrastrando antecedentes de abandono y maltrato físico severo, y que, además, padece de un trastorno conocido como «afectación pseudobulbar», el cual le produce episodios de risa y llanto incontrolables, sin razón aparente.

Nuestro antihéroe, asimismo, carece de vínculos sociales y afectivos significativos y depende de la precaria seguridad social para adquirir su medicación, al tiempo que ejerce de cuidador de su señora madre enferma, Penny, quien depende completamente de él.

Esta historia se desarrolla en el marco de una sociedad hostil, amenazada por el aumento del crimen y la escasez económica, que espera que Fleck, payaso profesional (luego conocido como Joker) y aspirante a comediante de stand-up, se comporte como si no padeciera de ninguna condición médica importante.

Y si, a lo anterior, le sumamos el escaso acompañamiento terapéutico que ha recibido durante su enfermedad, nos topamos con un «cóctel explosivo» que le lleva a desarrollar conductas delictivas, con marcados rasgos sociópatas, en busca de «equilibrar las cosas», de acuerdo a su percepción de la realidad.

No obstante, a diferencia de otros populares thrillers psicológicos, la producción de Joker ha llevado a los espectadores a cuestionarse y empatizar con los motivos y razones que llevan a un ser humano a desarrollar comportamientos no aceptados socialmente, como la adicción, en lugar de juzgar sus acciones en tercera persona.

 

Joker: Entendiendo la personalidad adictiva desde la empatía

 

Si procuramos llevar este sentimiento de empatía hacia el terreno de las adicciones, podríamos entender mejor cómo es que se desarrolla la personalidad adictiva, comprendiendo las causas y características de quien la padece.

En este sentido, propongo que hagamos el siguiente ejercicio de construir hipotéticamente a una persona y observar cómo desarrolla su adicción. La persona en cuestión se llamará “Max”.

Max viene de una familia disfuncional, cuya madre, a temprana edad, se fuga de casa en un acto impulsivo, para no seguir viviendo la dinámica tóxica, enferma y violenta de su entorno. Por tanto, esa futura madre todavía es inmadura, y lleva en sus hombros el peso del resentimiento, así como diversos complejos, miedos y traumas.

El chico con quien se fugó es igual de joven, inmaduro e impulsivo, y creen que juntos construirán una historia de «cuento de hadas», donde no existen las discusiones, los celos, las infidelidades ni la falta de comunicación.

Ellos pretenden vivir como jóvenes y adultos al mismo tiempo, lo cual hace incompatible las conductas inmaduras propias de la juventud, con las responsabilidades implícitas en la adultez.

En consecuencia, Max llega a una familia sin bases sólidas de crianza y, por ello, le toca vivir la impulsividad e inmadurez de sus padres. Quizá haya separación pronta y toda la frustración de la madre la recibirá el pequeño Max, a través de regaños, culpas y castigos.

Si a lo anterior, le añadimos la posibilidad de que Max padeciera Trastorno por Déficit de Atención (TDAH), ocasionando que tenga conductas impulsivas y, por tanto, genere el rechazo de su entorno, estamos ante una persona que, para lidiar con esta exclusión, puede empezar a generar cierto resentimiento hacia la sociedad.

Al mismo tiempo, como consecuencia del TDAH, los compañeros de su edad no lo comprenden, por lo que busca amistades de mayor edad y con más experiencia. La falta de límites y la frustración constante, hace que sienta una necesidad de reconocimiento, con lo que, probablemente, comienza a realizar actos temerarios y/o cuestionables, sin importar si pasa por encima de los derechos de los demás.

 

 

Importancia de tratar las conductas adictivas y adicciones a tiempo

 

Al comenzar el consumo de sustancias, ya sea por pertenecer o por simple curiosidad, nuestro protagonista descubre «beneficios» en estas sustancias como olvidarse de sus problemas, sentirse reconocido, empoderado, poder enfocarse -algo difícil para una persona con TDAH- y sentir estímulos placenteros que harán que siga repitiendo dicha conducta.

Ya avanzada la adicción, comenzará a tener consecuencias desagradables para él y para su familia como deserción escolar, gastos excesivos, comportamientos violentos y afectación emocional hacia los más cercanos a él, entre otras.

Y es que, ese rechazo que ha experimentado a lo largo de su vida, dada su condición, ha generado el desarrollo de conductas adictivas recurrentes, con el único propósito de «escapar de la realidad» y buscar alivio a través de las drogas.

En este sentido, como dije en un principio, no se trata de justificar al adicto sino de poder entenderlo desde la empatía y ofrecerle la ayuda adecuada, ya que sus conductas pueden ser erráticas, impredecibles y, en el peor de los casos, antisociales.

Por ello, es importante distinguir lo que es la persona de la personalidad y, finalmente, de su conducta. No juzguemos al adicto, entendamos la raíz de su problema y veamos al ser humano que se esconde detrás de una historia de vida que lo llevó a ser la persona que es actualmente.

Si crees que un familiar está desarrollando conductas adictivas, y consideras que necesita ayuda profesional, es importante acudir a especialistas en el tratamiento de adicciones lo antes posible.

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    Psicól. Guillermo Rojas Ayón

    Especialista en Adicciones

    Cédula Profesional 7237938


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